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Sonido Túnez: la onda expansiva de la revolución

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Multitud de nuevos grupos, nacidos al calor de la revolución, se baten por reflejar en sus canciones la nueva (y la vieja) realidad del país
 
11/5/2014.- En 2014, Túnez suena a rap, a raggae, a dubstep, a techno. Grupos surgidos antes o después de la llamada Revolución del Jazmín enriquecen la escena musical con letras combativas, que por primera vez hablan abiertamente de los problemas que lastra el país, como la pobreza, el desempleo o la corrupción política. Pese a ello, la libertad de expresión plasmada en la nueva constitución no siempre está ganada de antemano.

Las ventanillas medio abiertas de una camioneta destartalada que se abre paso entre el tráfico caótico de la capital tunecina dejan escapar una canción de hip hop de ritmo lánguido y algo old school.  Escena en simultáneo: los labios de dos chicas con velo que pasan junto al vehículo dibujan de forma tímida el estribillo, un repartidor cruza la calle acompasando sus pasos al ritmo de la canción, una anciana que parece perdida menea la cabeza al son de los acordes reconocidos. La coreografía no ensayada revela hasta qué punto ha calado entre los tunecinos “Houmani”, un tema que en los últimos meses se ha convertido en himno, mantra y éxito musical del país; la canción,  que suena en bucle en todas las radios, habla de la gente de clase humilde, de la vida en los barrios obreros en los que el desempleo galopante, los problemas con la policía, las drogas y la miseria siguen siendo los mismos pese al fin de la dictadura de Ben Ali.  “Houmani”, de Hamzaoui y Kafon, toca temas que eran tabú hasta hace tres años: la caída del régimen ha sido el pistoletazo de salida para que muchos que antes cantaban en pequeños círculos de forma más o menos clandestina, se lancen a hacerlo a cara descubierta en la Red y en la calle. Pero nada es gratis. 


EL SISTEMA POLICIAL, INTOCABLE

De los dos intérpretes de este éxito viral, uno de ellos, Kafon, lleva en prisión desde el pasado junio. Oficialmente, no por la letra de las canciones, sino por la excusa fetiche que sirve para meter entre rejas a quienes denuncian la situación del país con sus canciones: el hachís.  Y es que en Túnez, un solo canuto basta para pasar un año en prisión. La multa que acompaña a la pena hace que el castigo se conozca irónicamente como “la vespa”: 1.000 dinares (450 euros) es el precio local de una moto pequeña. 

 “Es la ley perfecta, porque muchísimos de los jóvenes que protestan también fuman, así que si alzas la voz,  te encuentras tras los barrotes”, lamenta MC Madou,  joven rapero tunecino que ha decido cambiar Túnez por París durante una temporada, harto de la “presión que se respira allí”.
A su lado asiente Weld el 15, otro joven MC que, al igual que Madou, ha experimentado en carne propia el peso de la ley tunecina. Su tema “Boulicia Kleb” (“los policías son perros”) le costó una condena de un año y nueve meses de prisión. Había escrito la canción mientras pasaba entre rejas ocho meses por posesión de cannabis.  Lo paradójico es que los problemas de Madou y Weld el 15 con la justicia no datan del tiempo de la dictadura, sino del nuevo periodo de democracia. La realidad es que “el sistema policial es intocable”, afirma categórico Madou. “Hoy puedes incluso insultar al presidente y no pasa nada, pero a los polis no puedes ni mentarlos, porque vas directo a prisión. Ahí constatas automáticamente que son el poder total, el brazo ejecutor del Ministerio del Interior”.

Mucho queda por limpiar en los sótanos del Ministerio del Interior, ese edificio siniestro que recuerda las peores horas del régimen.  Situado al final de la céntrica avenida Bourguiba, a pocos pasos de la emblemática torre del reloj, aún hoy sigue cercado por un alambre de espinas metálicas. 
Wald el 15 y Madou ven con escepticismo la nueva constitución aclamada por muchos como la más progresista del mundo árabe por su defensa de derechos como la libertad de expresión. Lo consideran una broma porque, pese al cambio político, “hoy pervive el mismo régimen con otra máscara”, aseguran.

NUEVOS ACORDES Y DESACUERDOS

A pocas manzanas dle temido edificio oficial, en medio de un callejón sucio, se encuentra el estudio casero de Blech Hess (Sin Ruido), un colectivo formado por una veintena de artistas que pretenden hacer música pese a no tener apenas medios. Colchones y telas para aislar este apartamento alquilado, estilo piso patera, en el que todo el que quiera, forma parte o no del colectivo, puede grabar de forma gratuita. “Música, pero también poesía o relatos, lo que uno tenga dentro”, explica en la sala de mezclas Majdi Jah, guitarrista rastafari de gafas pequeñas y aire risueño, que también es técnico de sonido.  Su grupo nació al calor de la revuelta, en plena sentada en la plaza de la Kasbah en enero de 2011. “Chedly Taghouti (el cantante) y yo no nos conocíamos apenas, pero coincidimos en las protestas, empezamos a improvisar para animar a la gente que estaba allí reunida y la cosa funcionó bien”, recuerda. El ritmo gustó y junto a un tercer miembro, Ilyes Mahsoudi, fundaron Nouveau Système, un grupo de reggae con letras en árabe que aspira a que sus canciones  se conviertan en una especie de “archivo sonoro” de la historia reciente tunecina. 

La escena musical se ha ensanchado en los últimos años en este pequeño país. Pese a los exiguos medios de producción, cada vez surgen más y más grupos de estilo ecléctico, que mezclan ritmos orientales y occidentales, mientras los festivales se multiplican como setas, desde el tradicional Festival de Jazz de Cartago al nuevo “Dunas Electrónicas”, celebrado en pleno desierto tunecino junto a los decorados de la película Star Wars.
El reggae, sobre todo cantado en lenguas autóctonas, es un estilo relativamente ignorado en los países árabes, y en Túnez se va abriendo paso gracias a grupos como el ya veterano Ghoultra Sound System. Nuevas propuestas como Zone Art, que fusionan jazz, rock, blues y ska con un toque a la tunecina, en temas no exentos de carga social, o la joven Badiaa Bouhrizi, con su particular estilo Afro-árabe-mediterráneo, que mezcla canciones en Fusha (árabe clásico) y sonidos orientales con sutiles toques de electrónica.  Artistas emergentes se sienten comprometidos con su país, ahora más que nunca. 

Majdi no quiere ni oír hablar de la palabra “revolución”. Le suena a concepto utópico  que nada tiene que ver con la realidad del país. “Aún quedan muchas cosas por cambiar”, asegura, “la revolución aún está en marcha”. En el nuevo escenario tunecino, en el que la democracia se va abriendo paso a codazos, con frecuencia son los artistas quienes tantean los nuevos límites, exploran cuánto se estira ese nuevo y tan cacareado derecho que es la libertad de expresión, y con frecuencia se convierten en su estandarte. “Casi todos tuvimos  problemas con el viejo sistema y también con el nuevo por lo que decimos o hacemos”, se resigna Madji. “La diferencia es que ahora gritamos más fuerte y la gente nos apoya en voz alta”. 

Puedes leerlo en : http://guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=4&id=4039 

 

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